Entrevista con Agustín Montes, pregonero de las Fiestas en honor a San Sebastián Mártir.

Los recuerdos de Agustín Montes son en blanco y negro, cuando San Sebastián de los Reyes era un pueblo pequeño, con casas bajas, muy humilde. Ha visto crecer esta ciudad en todos los aspectos, al mismo tiempo que prosperaba su negocio familiar, la fábrica de pan. Repite varias veces que él no quería ser panadero, que intentó ser constructor, promotor y torero, pero compaginarlo con las noches en la fábrica le dejaba sin tiempo para su familia. Ha conseguido ser ganadero de toros de lidia con el nombre de Montealto, y aunque ya está jubilado, todos los días se pasea con orgullo por la fábrica y las tiendas de pan. 

¿Cómo recibiste la petición de dar el pregón de las fiestas de San Sebastián Mártir? 
Me hace muchísima ilusión y es un honor que se hayan acordado de mí, pero al mismo tiempo me siento demasiado abrumado. Primero dije que sí, luego que no, y ahora ya me han convencido. Entiendo que soy muy conocido en San Sebastián de los Reyes, pero seguro que hay personas más relevantes que yo. 

Eres un hijo de San Sebastián de los Reyes ¿qué recuerdos tienes de tu infancia? 
Mi padre nació en Sanse y mi madre en Alcobendas. Mi madre era peluquera, ganaba más que mi padre peinando y cuando se casaron la hizo cambiar de oficio. Todos sus ahorros los emplearon en poner una tiendecita en la calle Postas esquina calle Real. Por aquel entonces les servía el pan mi abuelo, que tenía panadería en Alcobendas. Y así, poco a poco, pusieron un horno en ese mismo lugar, donde también teníamos nuestra casa en la parte de arriba. Esa fue la primera casa que tuvo mi padre en propiedad, le costó 12 mil pesetas. Tras mucho esfuerzo pudieron comprar una gran casa de labor que había en la calle Real, en torno al número 54 y que daba a la calle Postas, Real Vieja y María Santos Colmenar y allí montamos una panificadora mucho más grande. 

Cuando el pueblo fue creciendo, la panificadora molestaba a las nuevas casas que se iban haciendo, y tuvimos que venirnos al polígono, en lo que ahora es la avenida de la Fuente Nueva, que por aquel entonces no tenía ningún servicio, era campo puro y duro. No había ni siquiera carretera. Fue muy duro y tuvimos muchos problemas hasta que esto empezó a arrancar. 

¿También has sido constructor?
Lo que fue nuestra casa y la panificadora, que era un gran terrero, lo convertimos en pisos, algunos de ellos siguen en pie. Después me hice promotor. Y todo esto lo compaginaba con el trabajo en la fábrica de pan. Yo trabajaba todas las noches y lo hacíamos todo a mano, no había, ni por asomo, la tecnología que hay ahora. Y como ya te he dicho, yo seguía sin querer ser panadero. Estuve estudiando por correspondencia para hacerme aparejador, estudié francés, pero no pude conseguir nada porque el trabajo me absorbía. 

¿Dónde se puede encontrar el pan de esta fábrica?
Ahora tenemos cuatro tiendas de venta directa. Pero hacemos pan precocido y recién hecho, que distribuimos a restaurantes de renombre, cadenas de hostelería y a otras panaderías de toda España, gracias a una flota de camiones que no cesan de ir venir, todos los días. Es un no parar y tiene que ser así, para no quedarse estancado. 

Existe la creencia de que el pan de antaño era mejor que el de ahora ¿por qué?
El pan necesita tiempo y reposo, como todas las cosas. Antes el pan se hacía sin aditivos, con la verdadera masa madre, no lo que hay ahora. Nosotros tenemos panes de diferentes calidades y de diferentes precios, para adaptarnos a las demandas del mercado. La calidad depende de los tiempos de fermentación y de la calidad de las materias primas. Si se hace bien, el pan de ahora también puede tener una gran calidad. Todo depende de la profesionalidad del fabricante, no hay más secretos. 

Háblame de tu faceta de empresario con la ganadería Montealto. 
Es duro, desagradecido, mal mirado y antieconómico. Lo que pasa es que me gustaban mucho los toros y cuando era un chaval me apunté a dar clases en una placita que había antes al lado de Las Ventas. Iba en bicicleta desde aquí hasta Madrid para entrenarme allí. A la vuelta iba con un montón de chicos que trabajan de albañiles en Madrid. Todos íbamos en bicicleta, no había otra. 
Hice mis pinitos de torero, pero me retiré porque tenía mucho miedo, pero no dejé de entrenarme. Y mi padre, cuando yo tenía unos 25 años, compró una finca y empezó a criar vacas avileñas. Yo toreaba las vacas, me gustaba mucho. Me regalaron unas becerras y así, casi sin quererlo, me saqué la licencia y me hice ganadero. Al poco nos hicimos de “La Unión de Criadores de Toros de lidia”, que era muy caro por aquel entonces, pero era donde estaban todos los grandes ganaderos, lo que te abría las puertas de las plazas grandes. Aquello me empezó a gustar y compré vacas a ganaderos de primera y empecé a lidiar. 

¿Dónde tienes las fincas? 
En Cabanillas de la Sierra y en Navalafuente, en unos parajes espectaculares donde me encanta estar. En el campo se ven cosas insólitas y preciosas. Ayer fui a echar de comer a las vacas y cuando aparecimos con el pienso todas vinieron hacia nosotros, excepto una, que prefirió no comer para estar con su cría, que se había quedado sola, estaba recién nacida y había unos buitres por allí rondando. El campo te enseña mucho. 

¿Cuáles son ahora tus objetivos con respecto a tu ganadería? 
El año pasado estuve presente 5 tardes en la Feria de San Isidro de Las Ventas. Este año tengo dos novilladas aseguradas también en las Ventas. En Villaseca de la Sagra también hubo una gran faena con mi ganadería. En la feria de Albacete también he estado ya dos veces, en Francia, en dos plazas importantes, en Arganda…yo no me lo creo, pero dice la gente que mis novillos son de los mejores. Las grandes figuras del torero me reclaman para venir a tentar mis vacas, pero a mí me gusta ayudar a los chavales que están empezando, a los novilleros que son los que al final van a darme trabajo y son los que se merecen todas las facilidades para entrenar. 

La Plaza de Sanse